La Venezuela que nos está dejando el Socialismo del siglo XXI es una Venezuela enferma, una sociedad inviable e invivible para la persona humana: sea por las condiciones materiales de vida: hambre, miseria, falta de oportunidades, malos empleos, hiperinflación, pobreza, etc; sea por las condiciones inmateriales de vida: violencia, odio, polarización, latrocinio, corrupción que existen tanto en nuestra sociedad como en nuestras instituciones.

La Venezuela de hoy ha desdibujado nuestra propia identidad nacional; tenemos una sociedad que nuestros antepasados —incluso aquellos que vivieron los episodios más crueles de nuestras guerras intestinas del siglo XIX o de las dictaduras militares del siglo XX— serían incapaces de reconocer. Se ha borrado de la memoria colectiva el orgullo de aquel pueblo que prendió el ideal de libertad y la justicia en todo en todo continente americano, la Venezuela que parió con dolor las repúblicas del continente en el siglo XIX y las democracias en el siglo XX.

La visión que tenemos hoy de nuestro país es la de nación humillada y oprimida por el Socialismo del Siglo XXI, que en su siembra de odio y miseria ha dejado instituciones al servicio de una élite corrupta que exhibe lo peor de nuestra historia: barbarie, caudillismo, corrupción, violencia.

Esa élite corrupta construyó el Socialismo del Siglo XXI para confiscar las propiedades de la gente, para vivir entre privilegios, monopolios y posesiones, dejando a su paso un legado de miseria y hambre nunca antes visto.

Los sembradores del Socialismo del Siglo XXI pretendieron resolver las “injusticias” con más “injusticias”, agravando los problemas que pretendían resolver y ocasionando otros que se habían erradicado de nuestra historia muchas décadas atrás.

Nosotros, fieles a nuestra doctrina, proponemos resolver las “injusticias” con “justicia”, con más justicia, con verdadera justicia, que restablezca los daños cometidos, dando acceso a la riqueza, a la propiedad y a la renta, para que todos seamos dueños de nuestro propio futuro en una sociedad próspera e inclusiva.

El reto que se nos propone es gigantesco; va más allá de poner alimentos en la mesa de los venezolanos o una moneda sana en las manos del pueblo. El reto verdadero está en “humanizar” al venezolano maltratado por el Socialismo del Siglo XXI. El reto es volver a transitar nuevamente el camino que nos conduce de la barbarie a la vida civilizada en sociedad.

Este tránsito “humanizador” no se reduce únicamente a un programa de estabilización macroeconómica y crecimiento económico —lo incluye pero los supera—, o a un plan de seguridad y convivencia ciudadana; este tránsito requiere hacer viable en lo político, en lo económico y en lo social a nuestra sociedad; para hacer de esta casa común un lugar humano, vivible para todos. Un lugar donde todos los nacidos en esta tierra —o los que la han asumido como propia— puedan sentirse parte, puedan nuevamente sentirse orgullosos.

 

Tener más

La “humanización” de Venezuela requiere que todos puedan tener acceso a las condiciones mínimas de bienestar material, de manera que ningún venezolano se vaya a la cama sin comer, que ningún niño deje la escuela por limitaciones materiales, que todos, con su trabajo y esfuerzo, puedan hacerse cargo por sí mismos de la mejora material propia y de su familia, de manera que todas las familias tengan acceso a una vivienda digna, servicios de salud y educación adecuados, que den un desahogo familiar a todos los hogares. La humanización nos lleva a luchar por crear las condiciones materiales mínimas para llevar una vida humana digna.

Este proceso de humanización en lo material exige la creación de “empleo productivo” por un sector privado fuerte, un empleo que genere bienes “complejos” y “diversos” que se puedan insertar en las cadenas “globales” de valor, y que sean la base de sustentación de hogares de “clase media”, fundamento de una sociedad inclusiva y democrática.

Venezuela no puede ser sólo un país petrolero. El petróleo no es suficiente para sostener a esta nación, y menos en un entorno petrolero que es cada vez más competitivo y con un mundo más preocupado por el cambio climático. Tenemos el reto de la diversificación económica para producir y exportar nuevos productos de manera competitiva. Esto no implica de ninguna manera que dejemos de explotar nuestra principal riqueza, sino que por el contrario, nos debe llevar a superar la lógica de un Estado que maximiza la conquista de rentas para volver a una política petrolera abierta al capital privado nacional e internacional, que nos lleve, como antaño, a ser el máximo exportador mundial de crudo, con tasas de extracción cónsonas con nuestras reservas probadas.

La gran riqueza petrolera, no obstante, no asegura la creación de empleo de calidad y productivo, razón por la cual la diversificación económica será una estrategia dominante en cualquier escenario petrolero que las circunstancias  planteen. Es por ello que, junto a una política petrolera basada en la inversión y la producción pública y privada, debemos seguir insistiendo en una estrategia de diversificación económica que, evitando los errores del pasado, nos lleve al fortalecimiento de sectores con alto potencial de crecimiento en la demanda global.

Esta diversificación nos debe llevar a lograr el objetivo que nos proponemos para la “humanización”: pasar de dos millones de hogares de clase media, a seis millones de hogares de clase media en 15 años, donde cada familia, con el esfuerzo de sus miembros, no solo  supere el umbral de la pobreza, sino que pueda aspirar a un nivel de vida digno para su hijos, que los lleve a superar el perverso sistema actual, “donde el que nace pobre muere pobre”, un callejón sin salida en el que están atrapadas las familias venezolanas, que, a pesar de sus esfuerzos, sacrificios y talentos, no logran escapar de la miseria.

 

Lo que nos proponemos no es solo hacer una economía más productiva, eficiente o rica, con altas tasas de crecimiento interanuales que nos lleven a acercarnos al umbral de los $20.000 de ingreso per cápita en 15 años. Eso es parte del reto que nos proponemos; no obstante, por encima de ello, nuestro fin es crear una economía humana, donde todos podamos participar de la generación y asignación de la riqueza material, superando la lógica de una riqueza egoísta y rentista-de mentalidad de mina que hay que saquear “antes que se acabe”.

No se trata de sustituir un modelo “colectivista” por un modelo “individualista”, sino de encontrar  el centro en la “persona” concreta, en el venezolano concreto que asciende hacia su propia plenitud. Es así como esta economía humana busca minimizar a los excluidos en nuestra sociedad, democratizando la propiedad y creando mecanismos de solidaridad para aquellos que no son capaces de insertarse en la creación de riqueza.

Esta visión que estamos proponiendo busca un equilibrio entre la eficiencia y la justicia, que nos lleve a tener los niveles de pobreza y desigualdad tolerables de una sociedad libre, que pretende ser viable y sostenible para todos sus miembros.

Que todos con su trabajo y esfuerzo, puedan hacerse cargo por sí mismos de la mejora material propia y de su familia, requiere una transformación productiva, que nos lleve a ser una economía petrolera no dependiente del petróleo; una economía más diversificada en lo bienes que se producen;  más compleja en la sofisticación de los mismos, insertada en cadenas globales de valor; más estables en su variables macroeconómicas —especialmente la inflación—; más amigable a la inversión, a la innovación y al emprendimiento,  de manera que podamos crear las condiciones para la generación de los empleos necesarios y  hacer viable materialmente a la sociedad, para que “todos” podamos “tener más”, para humanizarnos más.

 

Ser más

El proceso de humanización que implica la formación de una “clase media consolidada” que “tiene más”,  solo es posible si se crean instituciones  (sistema de justicia imparcial, baja corrupción, protección a la propiedad privada) que permitan sacar lo mejor del corazón de los venezolanos (innovación, creatividad, esfuerzo), permitiendo, junto la mejora educativa, ser más (ciudadanos, personas).

No es posible un proceso de humanización en Venezuela si no hay un cambio en el accionar de los venezolanos, si las conductas desviadas no son corregidas por instituciones al servicio del bien común, que lleven a los venezolanos la práctica de las virtudes cívicas y a desarrollar todo el potencial de su propio ser.

El desarrollo institucional debe ser tal que permita la vigencia plena de la democracia, el respeto a la propiedad y un sistema de justicia imparcial para todos los venezolanos;  instituciones que, como reglas del juego, saquen lo mejor de las personas: virtudes cívicas y productivas que desarrollen una economía basada en la innovación y el trabajo.

 

El diseño institucional debe ser inclusivo, para que todos tengan acceso a la propiedad y a los beneficios del proceso productivo. Lo que se busca no es solo la defensa de los derechos de propiedad de los legítimos dueños, sino sobre todo, la democratización de la propiedad entre todos los venezolanos, especialmente de aquellos derechos de propiedad no claramente definidos, como la tierra urbana, las patentes o la renta petrolera.  Queremos una sociedad justa, en la que todos puedan ser dueños de su trabajo y de la riqueza natural, que ha de estar al servicio de todos y no de una élite o grupo de gobierno.

La propiedad y la democratización en el acceso a la misma permiten un entorno de seguridad e independencia familiar para hacer frente a eventuales aventuras totalitarias o populistas que puedan pretender ganar poder a base de prebendas o promesas basadas en la redistribución y/o expropiación de los bienes que pertenecen a todos los venezolanos o a los más productivos.

Nuestra visión de Venezuela es un proyecto para las próximas generaciones, donde todos debemos trabajar y contribuir a una Venezuela más humana, donde todos tengan las condiciones para ser más y tener más, y poder desarrollar todo su potencial.

Esta visión de la Venezuela que queremos requiere una serie de acciones y medidas que debemos emprender, para estar en condiciones de alcanzar nuestro sueño de tener una sólida y gran clase media que sea fundamento del sistema democrático. Esto requiere la creación de 4 millones de nuevos empleos productivos y tasas de  crecimiento económico sostenidas de 6-7 % interanual para alcanzar un ingreso per cápita de 20.000 dólares por persona en una década y media que haga viable a la sociedad.

Es una visión donde los venezolanos serán los artífices de su propio desarrollo, según nuestras tradiciones, nuestra cultura y nuestra propia idiosincrasia.