Hace 7 años los niveles de ingreso por habitante de Venezuela se parecían a los Chile, hoy el ingreso medio es similar al del Congo. Ningún país en la historia había caído tanto y tan rápido, es una debacle 100% hecha en socialismo.

 

Los números de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) indican además que Venezuela no es solo un país pobre, sino también un país muy desigual, mucho más que Chile y que el resto de la región.

 

La brecha social en los últimos años se ha venido ampliando producto de la hiperinflación, el colapso de la economía y del mismo Estado. La sociedad venezolana está dividida entre los que tienen acceso a divisas y los que ganan solo en bolívares; lo que en el fondo es una división entre quienes tienen acceso a buenos trabajos y los que no.

 

La situación venezolana es un claro ejemplo de que el socialismo bolivariano no representa una solución ni para la desigualdad ni para la pobreza; que no es capaz de generar una sociedad eficiente ni equitativa, y que las políticas redistributivas no aseguran una sociedad más justa.

 

Reducir la desigualdad requiere inversiones sustanciales para generar empleos de calidad basados en la innovación y la tecnología. Con un sector empresarial fuerte, capaz de producir bienes “complejos” y “diversos” que se pueden insertar en las cadenas “globales” de valor.

 

Esto requiere una sociedad obsesionada por la educación continua, con un Estado que destine los impuestos a la educación y la tecnología; con sindicatos que velen constantemente por la calidad de los trabajos y procuren mercados de trabajo eficientes.

 

Venezuela no puede ser “solo” un país petrolero, el petróleo no es suficiente para sostener a esta nación, menos en un entorno petrolero más competitivo, y con un mundo más preocupado por el cambio climático.

 

Esto no implica de ninguna manera que dejemos de explotar nuestra principal riqueza, sino que, por el contrario, nos debe llevar a superar la lógica de un Estado que maximiza la conquista de rentas, para volver a una política petrolera expansiva, que nos lleve como antaño, a ser el máximo exportador mundial de crudo, con tasas de extracción cónsonas con nuestras reservas probadas.

 

La riqueza petrolera no asegura, sin embargo, la creación de empleos de calidad, tampoco asegura niveles de ingresos estables y crecientes en el largo plazo; razón por la cual, la diversificación económica es una estrategia dominante en cualquier escenario petrolero que las circunstancias planteen.

 

El empleo de calidad es la base de sustentación para tener una sociedad productiva con una gran “clase media”, fundamento de una sociedad inclusiva y democrática. Debemos crear millones de hogares de clase media, o lo que es lo mismo, millones de empleos de calidad para superar la pobreza y, a la vez, cerrar la brecha de la desigualdad.

 

Reconstruir Venezuela va a ser una tarea titánica, pero será más sencillo si lo hacemos en la dirección correcta y con acuerdos sólidos. El empleo de calidad y abundante es uno de los grandes consensos que pueden unir a todos los venezolanos y a todos los sectores (universidades, sindicatos, empresarios) en la dirección acertada. ¡Empecemos por allí!